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I. Pre-Reading Plus Examples & Interaction

II. Brief Reading & Interaction

Lectura breve: Un café antes del fin del mundo

Llego a la Ciudad de México bajo un sol brillante, pero no puedo disfrutarlo¹. El tráfico es horrible y estoy desesperado. Toco la corneta² y grito porque tengo mucha prisa. Sé que el mundo está en peligro. Tengo que advertir a la presidenta antes de que sea demasiado tarde.

Por fin estaciono mi auto cerca del Zócalo y camino hasta el metro. Allí veo a Lucía. Al verla, siento mariposas³ en el estómago. Ella fue mi novia hace años y todavía me duele ese recuerdo, pero no hay tiempo para pensar en el pasado. Nos saludamos y seguimos⁴ con el plan.

Entramos a unas tiendas y compramos uniformes, una caja de herramientas⁵ y una escalera⁶. Con eso podemos entrar al Palacio Nacional sin llamar la atención. Mientras cruzamos la plaza llega un helicóptero. De él baja Guillermo, mi antiguo jefe en el observatorio. Me da un mal presentimiento⁷, pero sigo adelante.

Dentro del Palacio, Lucía sube a un ducto de aire para acercarse a la oficina de la presidenta. Estoy a punto de seguirla cuando escucho pasos. Es Guillermo con dos soldados. Me arrestan y me llevan preso⁸ a una oficina. Pienso que todo está perdido.

Desde arriba⁹, Lucía ve lo que está pasando. O puede seguir sola o puede salvarme, pero al final decide hacer las dos cosas. Se mueve por los ductos de aire hasta encontrarme. Con mucho valor, cae encima de un soldado y lo deja inconsciente. Me libera y escapamos juntos por los pasillos.

Corremos por el Palacio, buscando la oficina de la presidenta. Por fin la encontramos. Me lanzo¹⁰ del ducto y aterrizo frente a ella. Le explico todo: cómo vi un objeto extraño en el espacio, cómo desapareció y reapareció más cerca de la Tierra, y cómo estoy convencido de que es una nave alienígena.

La presidenta duda¹¹, pero me da unos minutos para hablar. De repente, Guillermo saca un cuchillo y la toma a la presidenta como rehén¹². Entonces se quita una máscara y muestra su verdadera cara: no es humano. Es un extraterrestre con piel verde y ojos grandes y negros.

Lucía aparece con su teléfono. Ella revela que está transmitiendo en vivo¹³ en todas las redes sociales. Guillermo no esperaba¹⁴ eso. En ese momento entran agentes de seguridad y lo capturan a Guillermo. La presidenta, convencida por lo que acaba de ver, empieza a llamar a líderes de todo el mundo para organizar una defensa.

Lucía y yo salimos al Zócalo. Ya es de noche y sobre el cielo aparece una luz verde enorme, como si fuera una segunda luna. La nave está allí. Los dos nos abrazamos, miramos el cielo y decidimos entrar a un café. Quizás¹⁵ el mundo se acabe mañana, pero esta noche queremos estar juntos.

III. Complete Reading & Interaction

Lectura completa: Un café antes del fin del mundo

El fin se acerca

Está soleado cuando Ernesto llega a la Ciudad de México. Conduce por un embotellamiento de tráfico¹, lo que es típico para una ciudad del tamaño² del DF.

—¡Apúrense imbéciles! —grita Ernesto mientras hace sonar la corneta de su auto. El astrónomo tiene prisa, ya que el mundo se va a acabar por una invasión alienígena si no advierte a la presidenta de la república. Teniendo esto en cuenta³, cada momento es precioso. Cuanto antes llegue, mejor.

Después de lo que siente como una eternidad en el tráfico, Ernesto llega al Centro Histórico de la Ciudad de México. Estaciona su auto a unas cuadras de la Plaza de la Constitución. Decide bajarse del carro y caminar hasta la estación de metro Zócalo/Tenochtitlán. Dentro de unos quince minutos, entra en la estación de metro.

A la vez que el científico está entrando, un tren de metro llega. El tren se detiene y las puertas se abren. Una multitud empieza a bajarse del vagón. Ernesto se pone a buscar a Lucía. Entonces la ve pasar por las puertas. Siente mariposas en el estómago.

Es una mujer alta y morena, quizás⁴ la mujer más hermosa que jamás haya visto en su vida. Al verla, el dolor de un viejo rechazo⁵ vuelve a arder⁶ en el corazón de Ernesto. «No me queda tiempo para romance. El destino del mundo depende de nosotros», piensa el astrónomo para sí mismo. Así que Ernesto hace un gesto de saludo con la mano para llamarle la atención.

Lucía viene hacia Ernesto y los antiguos novios se saludan con un gran abrazo.

—Ernesto —dice Lucía con nostalgia.

—Qué gusto verte de nuevo —dice Ernesto—. Realmente te eché de menos.

—Igualmente —dice Lucía, bajando la vista.

Lucía se sonroja⁷ un poco, lo que evidencia⁸ un viejo amor que ardió había una vez⁹. Después de una larga pausa, Ernesto dice:

—Entonces, ¿vamos a seguir el plan?

—De acuerdo —dice Lucía.

Así que los dos salen de la estación Zócalo/Tenochtitlán y entran en el Zócalo frente al Palacio Nacional.

* * *

Preparaciones

Los compañeros no entran al edificio directamente, sino que caminan al otro lado del Zócalo. A unos cuadros del Templo Mayor¹, encuentran una ferretería y una tienda de uniformes de trabajo. En la ventana de la ferretería hay una foto del monumento de Cuauhtémoc², el último tlatoani³ mexica. Ernesto mira la foto por unos segundos y siente un orgullo⁴ ancestral. Sabe que puede cumplir con su deber⁵.

En este momento los compañeros se separan, con Ernesto entrando en la tienda de uniformes y Lucía entrando en la ferretería. Dentro de unos minutos, salen de las respectivas tiendas. Ernesto está cargando dos uniformes de mantenimiento⁶. Lucía tiene una escalera⁷ y una caja de herramientas⁸. Luego, los compañeros se meten en el baño de un café y se visten los uniformes.

—Con un uniforme, una escalera y una caja de herramientas se puede entrar en cualquier lugar⁹ —dice Lucía, sonriente.

—Incluso al Palacio Nacional de México —concuerda¹⁰ Ernesto.

Después, ellos vuelven al Zócalo y caminan hacia el Palacio Nacional. En este momento, un helicóptero militar vuela por encima y aterriza en frente del Palacio Nacional. Ven a un hombre bajarse del helicóptero. Usa lentes de sol y un sombrero Panamá. Extrañamente¹¹, también lleva un impermeable de color beige, aunque es un día soleado. Parece un detective privado o el estereotipo de un espía. El hombre está acompañado por dos soldados¹² en uniformes militares.

—¡Híjole! —exclama Ernesto, que reconoce al hombre—. ¡Es Guillermo!

—No puede ser… —dice Lucía, aunque ella también lo reconoce. Sabe que Ernesto tiene toda la razón.

—Pues, si no es él —responde Ernesto—, es su clon.

—Quizás buscó la nave con las coordenadas que le dejaste —sugiere¹³ Lucía.

—Es posible, pero tengo un mal presentimiento¹⁴ —dice Ernesto, imitando a su mejor Han Solo.

Con esto, los astrónomos ven al director del observatorio de Mérida entrar al Palacio Nacional y desaparecer de la vista.

—Vamos a seguir el plan —dice Ernesto.

—De acuerdo —responde Lucía—. Si Guillermo está aquí para advertir a la presidenta, mejor…

—Pero si no —dice Ernesto, terminando el pensamiento de Lucía—, podemos advertirla nosotros y darle una última chance a la humanidad.

Con esto, Ernesto agarra la escalera y Lucía la caja de herramientas y pasan por la puerta principal del Palacio Nacional.

* * *

El Palacio Nacional

Una vez adentro, Ernesto y Lucía suben al segundo piso. Con los uniformes y herramientas, nadie sospecha nada. El plan es entrar en la oficina de la presidenta a través de un ducto de aire. Lucía sube por la escalera, entra en el ducto y desaparece de la vista. Luego Ernesto empieza a subir también, pero escucha a pasos¹ en el pasillo² desde alrededor de la esquina³.

—¡Rápido, cierra el ducto! —Ernesto le dice a Lucía—. ¡Aquí viene alguien!

Así que Lucía cierra el ducto detrás de ella y desaparece de la vista. En este momento, la persona entra en el pasillo. Es Guillermo, y está acompañado por dos soldados.

—¿Ernesto? ¿Otra vez tú? —dice Guillermo.

—¡Guillermo! ¡Qué gusto verte! —dice Ernesto—. ¿Viniste aquí a advertir a la presidenta sobre la nave alienígena?

—Algo así⁴ —responde Guillermo.

—Bueno, qué bueno que viniera, pues yo no creo que entre⁵ en el ducto de aire —dice Ernesto, señalando hacia arriba.

Entonces el director se dirige a los soldados y dice:

—Arréstenlo.

—¿Mande? —dice Ernesto.

Los soldados agarran a Ernesto y lo llevan preso⁶ a una pequeña oficina al otro lado del segundo piso.

* * *

El escape

Desde el ducto de aire, Lucía puede ver a Ernesto subiendo por la escalera. Ella se sorprende al oírle decir:

—¡Rápido, cierra el ducto! ¡Aquí viene alguien!

Lucía no tiene tiempo para pensar y simplemente actúa. Cierra la puerta del ducto y deja a Ernesto abajo. Se queda estupefacta¹ cuando, por la rejilla², ve a Guillermo aparecer desde alrededor de la esquina del pasillo. Está acompañado por dos soldados que usan uniformes militares.

Justo en este momento, el aire acondicionado se enciende. Ahora Lucía no puede oír lo que están diciendo. Al cabo de unos momentos, los soldados agarran a Ernesto y le guían fuera de vista.

En esta situación, le quedan dos opciones a Lucía. O puede seguir el plan y advertirle a la presidenta sobre el peligro alienígena que se acerca a la Tierra, o puede liberar a Ernesto.

«¿Por qué no los dos?», piensa Lucía.

Con esto, ella empieza a gatear³ por el ducto de aire. Va de oficina en oficina, buscando a Ernesto en cada una. Pronto, está cansadísima por gatear en el ducto, pero al menos no tiene calor, ya que el aire acondicionado está encendido.

Después de buscar por media hora, cuidadosa de no hacer ningún ruido en el ducto de aire, llega a una oficina en el otro lado del segundo piso. Ella mira por la rejilla y ve a dos soldados con uniforme militar. Está a punto de salir de esta oficina cuando ve a un hombre atado⁴ a una silla. ¡Es Ernesto!

Lucía espera por unos minutos mientras formula un plan. De pronto, uno de los soldados recibe una llamada en su radio. Se levanta y sale de la oficina, dejando a solas a Ernesto y un soldado.

El otro soldado se sienta en una silla justo debajo del ducto de aire. Lucía ve su oportunidad. Empieza a bajarse por el ducto cuando se resbala y se cae encima de la rejilla. El soldado oye el ruido y mira hacia arriba, pero es demasiado tarde. Lucía y la rejilla aterrizan encima del soldado y este se queda noqueado en seco⁵.

—¿Lucía? —dice Ernesto, sorprendido y aliviado por ver a su compañera.

—Hola, Ernesto —dice Lucía, levantándose y quitándose el polvo —. ¿Qué tal si nos vamos de aquí?

—Con mucho gusto —responde Ernesto.

Lucía desata⁶ las manos de Ernesto. Caminan hacia la puerta cuando oyen pasos en el pasillo.

—¡Es el otro soldado! —dice Ernesto.

Con sentido de urgencia y calma a la vez, Lucía agarra una silla y la mete debajo del pomo⁷ de la puerta. El soldado trata de entrar, pero no puede. Este empieza a golpear la puerta.

Con rapidez, los compañeros empiezan a amontonar⁸ los muebles de la oficina debajo del ducto de aire. Escalan el montón, entran en el ducto de aire y desaparecen de la vista. Justo en este momento, el soldado logra entrar en la oficina. Él encuentra a su compañero noqueado en el suelo y se queda estupefacto. Observa los muebles amontonados. Estos bambolean⁹ un instante, inestables, y luego caen al suelo haciendo un tremendo ruido.

En el ducto, Ernesto y Lucía gatean lo más rápido posible, buscando a la presidenta en cada oficina. Por suerte, la localizan después de buscar en solo unas cuantas¹⁰ oficinas. Miran en el despacho¹¹ presidencial y, para su sorpresa, la presidenta está conversando con… Guillermo.

* * *

Un café antes del fin del mundo

Con mucho cuidado, Ernesto abre la puertita del ducto de aire. En el momento oportuno, salta hacia abajo y aterriza en los pies como si fuera un gato. Mientras tanto¹, Lucía se queda atrás en el ducto, por si acaso².

—¡¿Ernesto?! —grita Guillermo cuando se da cuenta de lo que está pasando—. ¿Cuántas veces tengo que deshacerme de ti?

—¿Qué sucede ? —pregunta la presidenta—. ¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí?

—Este es un espía que hasta hace algunos días trabajaba en el observatorio de Mérida —dice Guillermo, molesto.

—Espía no lo soy —responde Ernesto—. Yo soy un patriota, señora presidenta, y tengo un mensaje de suma importancia para usted.

La presidenta está a punto de oprimir un botón en el escritorio para llamar a la Unidad de Protección Presidencial³, pero se retira la mano del botón. Entonces ella dice:

—Usted tiene dos minutos. ¿Cuál es el mensaje?

Así que Ernesto le cuenta todo. Le cuanta sobre ser acusado de espionaje y cómo fue expulsado del observatorio. Le explica cómo armó su propio telescopio y cómo pensó que había descubierto un planeta desconocido. Le dice que vio el objeto titilar y desaparecer de la vista. Le cuenta cómo se está acercando con rapidez y que en poco tiempo llegará a la Tierra. Finalmente, le explica su hipótesis de que es una nave alienígena y que todo el mundo está en peligro mortal.

La presidenta guarda silencio por unos momentos mientras procesa toda la información que acaba de recibir.

—¿Señora presidenta? —dice Ernesto.

—A otro perro con ese hueso —dice Guillermo, con rabia⁴.

—No es ninguna ficción, Guillermo. ¡Te ruego que entres en razón!

—No necesito entrar en razón, Ernesto —dice Guillermo. Este se levanta de su silla y camina alrededor del escritorio hacia la presidenta. El director continúa:

—Además, es demasiado tarde ahora.

—¿Qué dijiste? —pregunta la presidenta.

—Es demasiado tarde —repite Guillermo—. La nave ya debe estar cerca de Marte. Ahora se podrá ver sin telescopio. Llegará a la Tierra dentro de veinticuatro horas. No habrá resistencia.

—¿Cómo sabes eso? —pregunta Ernesto, confundido—. Si advertimos al mundo todavía hay tiempo para levantar defensas.

En este momento, Guillermo saca un cuchillo y agarra a la presidenta. La presidenta lucha por unos momentos, pero es inútil. Luego Guillermo presiona el cuchillo en el cuello de la presidenta. Entonces dice:

—Eso sería contraproducente⁵.

Guillermo agarra su propio cuello con la mano. Luego se quita una máscara y se revela su forma verdadera. Ernesto puede ver una cara con ojos grandes y negros y la piel verde. Es un alienígena.

—Como dije —repite Guillermo—, es demasiado tarde. El mundo caerá.

En este momento, Lucía salta del ducto de aire y entra en el despacho presidencial. Ella tiene su teléfono en la mano. Tiene la cámara apuntada al director extraterrestre.

—Dile “hola” a todo el mundo, Guillermo. Estás en vivo⁶ en todas las redes sociales.

—¿Lucía? —dice Guillermo, sorprendido de ver a su exempleada en México.

—De repente, un pequeño ejército de agentes de la Unidad de Protección Presidencial entra en el despacho a la fuerza. Ellos taclean a Guillermo. Después de una breve lucha, lo llevan preso.

De pronto el teléfono en el escritorio de la presidenta suena. Ella contesta y dice:

—Sí, es verdad. Sí. necesitamos levantar una defensa unida. Corra la voz⁷.

En la próxima media hora, la presidenta tiene decenas⁸ de conversaciones con líderes de todo el mundo. Mientras la presidenta habla, Ernesto y Lucía se excusan del despacho presidencial. Habiendo cumplido su deber⁹, ellos salen del Palacio Nacional y entran al Zócalo. Ya es noche y se ve la luna llena encima del Templo Mayor. Entonces Ernesto y Lucía se abrazan. Se miran en los ojos y se besan apasionadamente.

—¿Quieres ir a tomar un café? —Lucía le pregunta a Ernesto.

—Me encantaría —dice Ernesto—. Aunque es posible que el mundo se acabe mañana.

—Bueno —responde Lucía—, mañana tendrá sus propios problemas. Pero ahora me está entrando un hambre feroz.

Los compañeros miran hacia el cielo. Al lado de la luna aparece un objeto enorme y redondo¹⁰. Es tan grande que parece otra luna. Emite una extraña luz verde que sería bonita, si no fuera una nave alienígena. Ernesto y Lucía se miran de nuevo y sonríen. Caminan lentamente bajo la luz verde y entran en un café a cenar.